Los libros

martes, 31 de julio de 2012


“-Qué mejor cosa, en efecto, que estar por la noche al lado del fuego con un libro, mientras el viento bate los cristales y arde la lámpara.
-¿Verdad que sí?-dijo ella fijando en él sus grandes ojos negros bien abiertos.
-No se piensa en nada -proseguía él- , las horas pasan. Uno se pasea inmóvil por países que cree ver, y su pensamiento, enlazándose a la ficción, se recrea en los detalles o sigue el hilo de las aventuras. Se identifica con los personajes; parece que somos nosotros mismos los que palpitamos bajo sus trajes.
-¿Le ha ocurrido alguna vez encontrar en un libro una idea vaga que se ha tenido, alguna imagen oscura que vuelve de lejos, y como la exposición completa de su sentimiento más sutil?
-¡Sí, me ha sucedido!- respondió ella.
-Por eso -dijo él- me gustan sobre todo los poetas. Encuentro que los versos son más tiernos que la prosa, y que consiguen mucho mejor hacer llorar.
-Sin embargo, cansan a la larga -replicó Emma- ; y ahora, al contrario, me gustan las historias que se siguen de un tirón, donde hay miedo. Detesto los héroes vulgares y los sentimientos moderados, como los que se encuentran en la realidad.
-En efecto esas obras que no llegan al corazón, se apartan, me parece, del verdadero fin del arte. Es tan agradable entre los desengaños de la vida poder transportarse con el pensamiento a un mundo de nobles caracteres, afectos puros y cuadros de felicidad”

“Emma Bovary”
Gustave Flaubert

Montaña para escapar de la neblina

miércoles, 18 de mayo de 2011

sábado, 24 de julio de 2010

Fuegos fatuo: Alvaro Obregon

domingo, 11 de julio de 2010

Fuegos fatuos


Cuando el alma del cuerpo se desprende



y en el espacio asciende,



las bóvedas celestes escalando,



las almas de otros mundos interroga



y con ellas dialoga,



para volver al cuerpo sollozando;



sí, sollozando al ver de la materia



la asquerosa miseria



con que la humanidad, en su quebranto,



arrastra tanta vanidad sin fruto,



olvidando el tributo



que tiene que rendir al camposanto.





Poema escrito en 1909 por el en ése entonces futuro general y presidente de México Alvaro Obregón, poco tiempo después del fallecimiento de su esposa en pleno parto de hijos gemelos quienes también murieron en ése evento.

sábado, 12 de junio de 2010

martes, 8 de junio de 2010

domingo, 6 de junio de 2010